Historia y Espiritualidad

Nuestro Fundador y Nuestra Historia
Luis Manuel Guzmán Guerrero nació el 10 de diciembre de 1911 en la Villa de Charo, Michoacán.
A los 10 años conoció al S. de D. P. Félix de Jesús Rougier, fundador de los Misioneros del Espíritu Santo; ya que desde pequeño se notaba en él una inclinación a la vida religiosa.
En la congregación siempre se distinguió como un excelente estudiante, de inteligencia brillante. Dios lo enriqueció con el don de la palabra. Hizo sus votos religiosos el 14 de septiembre de 1928, a los 14 años y 9 meses. Fue enviado por el P. Félix de Jesús a terminar sus estudios a Roma donde fue ordenado sacerdote el 20 de abril de 1935.
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A su regreso de Roma, estuvo en la Escuela Apostólica como formador y maestro.
Ejerció su servicio en diversas ciudades a las que era enviado, entre ellas Saltillo, Puebla, Tijuana y Mexicali, donde siempre se notó su interés por los jóvenes, atendiendo grupos de la Acción Católica Juvenil, o formando los suyos propios en las parroquias. También estuvo en Tabasco donde lidió con los estragos de una fuerte persecución contra la Iglesia católica.
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En diciembre de 1962 la obediencia lo trasladó a Guadalajara. Ahí fue maestro de varias materias en el ITESO (Universidad de la Compañía de Jesús) y en la Escuela Apostólica de Occidente.
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En esta ciudad comenzó a reunir a los jóvenes, quienes luego de conocerlo, de ser escuchados por él y de escucharlo comenzaron a invitar a sus compañeros de trabajo y de escuela "para ir a las pláticas del Padre Luis Manuel". De esta manera fundó el CEC, llamado Círculo de Estudiantes Católicos y Círculo del Espíritu Santo y de la Cruz. Oficialmente, la solemnidad de Pentecostés en 1963, se reconoce como la fecha de la fundación del Movimiento.
El grupo fue creciendo y se multiplicó fuertemente en Guadalajara. Por poner un ejemplo: Había juntas los martes en diferentes horarios: 6:00 p.m. para muchachas que no podían en horarios más avanzados (sobre todo por los permisos de los papás tapatíos) eran como 70; A las 8:00 p.m. para muchachas que trabajaban en el centro de la ciudad o estudiaban por la tarde principalmente, eran como 200; y a las 9:00 p.m. los muchachos, como 250. Los sábados por la tarde había grupo para estudiantes de preparatorias, de colegios, el grupo comenzó llamándose «Fuego», era más de adolescentes, habría unos 70. Por la nochecita había «Vivac» (convivencia formativa) semanal para los que ya habían hecho la Brigada de Renovación Cristiana.
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El domingo a las 9:30 era la Santa Misa del CEC, a la cual asistíamos todos los grupos. Después de la Misa, los muchachos salíamos a distintos apostolados. Los lunes eran las reuniones de formación para los brigadistas y de preparación para las próximas brigadas.
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Fragmentos del libro "Luis Manuel Guzmán Guerrero, M. Sp. S. Apóstol de la juventud" de Salvador Segura Levy.
"El padre Luis era chaparrito y gordezuelo. Parecía una burbuja de vida que iba rodando gozosamente por el mundo. Sus manos, eran como de bebé, pero daba con ellas un apretón viril y franco.
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Tenía la más sonriente sonrisa que en este mundo he visto: si él sonreía las piedras y los árboles tenían que sonreír junto con él.
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Y era formidable orador. No predicaba sermones: convocaba cruzadas, guerras santas, Génesis y Apocalipsis. Las trompetas de Jericó eran flautines comparadas con aquella voz. Decía el padre Luis: "¡Raza querida!", y había que cambiar dos o tres murales del Santuario."
Armando Fuentes Aguirre "Catón", Cronista de la ciudad de Saltillo
Nuestra Familia
Para nuestro fundador siempre fue una prioridad que los muchachos pudieran comprender y vivir su bautismo plenamente. Estaba convencido de que a la juventud se le podía exigir compromiso, lucha y sacrificio. Y su juventud le respondió.
El padre Luis Manuel se encargó de sembrar en los jóvenes la semilla de la Espiritualidad de la Cruz.
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Gracias a esto, el CEC hoy forma parte de algo más grande, de una familia que como nosotros quiere vivir al máximo su Sacerdocio Bautismal; una familia con más jóvenes, y no tan jóvenes; laicos, religiosos y sacerdotes que elegimos vivir de una forma especial: la Familia de la Cruz.
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La Familia de la Cruz la integramos todas las instituciones que somos animadas por la Espiritualidad de la Cruz.
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Espiritualidad de la Cruz
Todas las espiritualidades son una manera de vivir la vida cristiana y se distinguen entre sí por el aspecto del misterio del Señor que cada una acentúa en su seguimiento.
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La Espiritualidad es una forma de vida. Y nosotros elegimos vivir la propuesta que nos hace la Beata Concepción Cabrera, inspiradora de las Obras de la Cruz.
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El objetivo supremo que la Espiritualidad de la Cruz pretende alcanzar en todo el proceso de identificación con Cristo es: "educar al Cristiano para que se deje transformar en salvador con Cristo y pueda realizar la misión de Jesús".

Conchita, como se le conoce cariñosamente, nació en San Luis Potosí México, el 8 de Diciembre de 1862; fue esposa de Francisco Armida y madre de 9 hijos.
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Desde joven, se sentía atraída fuertemente a Dios, a vivir de una forma distinta, a pesar de no tener la educación suficiente, algo en su alma le pedía ser mejor.
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Sobre su relación de pareja ella decía: “A mí nunca me inquietó el noviazgo en el sentido de que me impidiera ser menos de Dios. Se me hacia tan fácil juntar las dos cosas. Al acostarme ya cuando estaba sola, pensaba en Pancho y después en la Eucaristía que era mi delicia”.
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Cumplió su papel de esposa y madre de manera excepcional, y fundó su primer obra, el Apostolado de la Cruz para gente laica como ella, que querían ofrecer su vida como Cristo en el amor. Sin ser religiosa, inspiró y apoyó en la fundación de congregaciones tanto para hombres como para mujeres.
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Nos enseña, entre muchas otras cosas, que se puede ser santo y ofrecer la vida con Jesús desde donde Dios nos ha llamado, en la familia, en la pareja, en la vida cotidiana.
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En ella se cumple y realiza el más grande mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.
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